El Bebé Huérfano y la Poción de la Juventud

Fantasy 7 to 13 years old 2000 to 5000 words Spanish

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En un bosque antiguo, donde los árboles susurraban secretos al viento, vivía una anciana bruja llamada Agripina. Agripina era conocida por su gran conocimiento en ingredientes raros y hechizos poderosos. Su mayor deseo era recuperar la juventud perdida, volver a tener veinte años y disfrutar de la vida con energía renovada.
Agripina se encontraba en su laboratorio, un lugar lleno de estanterías repletas de frascos con etiquetas misteriosas. Removía cuidadosamente un caldero burbujeante, revisando su antiguo libro de conjuros. Ya había añadido sal, tres arañas peludas, y moco pegajoso, ingredientes esenciales para su poción de la juventud. Un dulce aroma a vainilla flotaba en el aire, contrastando con el hedor de los demás componentes.
“Casi está lista,” murmuró la bruja, con la voz temblorosa pero llena de expectación. Hojeó las páginas del libro, deteniéndose en una sección marcada con una pluma de cuervo. “¡Oh, no! ¡El último ingrediente! ¡Necesito el corazón de un pollo!”
Sin el corazón de un pollo, la poción sería peligrosamente potente. En lugar de rejuvenecerla, la transformaría en un bebé recién nacido, lo cual, irónicamente, sería juventud, pero no de la forma que Agripina deseaba. Preocupada, la bruja salió apresuradamente de su casa, dejando el caldero burbujeando sobre el fuego.
Mientras tanto, no muy lejos de la cabaña de Agripina, un niño huérfano llamado Martín vagaba por el bosque. Martín tenía unos diez años, el cabello castaño revuelto y unos ojos llenos de tristeza pero también de una chispa de aventura. Había escapado del orfanato, soñando con encontrar un lugar propio en el mundo.
Martín, hambriento y cansado, se topó con la cabaña de la bruja. El humo que salía de la chimenea y el olor dulce de vainilla le llamaron la atención. Pensando que quizás encontraría algo de comida o refugio, se acercó cautelosamente a la puerta.
La puerta estaba entreabierta. Martín la empujó con cuidado y entró. La cabaña estaba oscura y llena de objetos extraños. En la mesa, cerca del caldero, vio un líquido colorido y burbujeante. Le recordó a un refresco exótico que una vez vio en una ilustración. El olor dulce le hizo creer que era una bebida deliciosa.
“¡Qué suerte tengo!”, pensó Martín. Encontró un vaso y sirvió un poco de la poción. No dudó ni un instante y se la bebió de un trago.
De repente, sintió una sensación extraña. Todo a su alrededor comenzó a crecer, o quizás él era quien se hacía más pequeño. Sus ropas le quedaron enormes y el vaso que sostenía se sentía como una montaña. Sus manos se hicieron diminutas y arrugadas. Martín gritó, pero solo salió un balbuceo infantil. Se había convertido en un bebé.
En ese momento, Agripina regresó a su cabaña, cargando el corazón de pollo en una bolsa. Abrió la puerta y se quedó boquiabierta al ver a un bebé sentado en medio del suelo, rodeado de ropas que le quedaban enormes. Junto al bebé, reconoció su vaso.
Agripina entendió de inmediato lo que había sucedido. “¡Oh, no! La poción… ese niño…” Murmuró exasperada.
Con un gesto de su mano arrugada, Agripina lanzó un hechizo de visión. Vio la imagen del niño corriendo del orfanato, solo y asustado. También vio su soledad y su anhelo de un hogar. Al examinar al bebé, confirmó que su mente también se había transformado en la de un recién nacido.
La bruja reflexionó por un momento. Podría deshacer el hechizo y devolver al niño a su forma original, pero… ¿para qué? Volvería a su vida de soledad en el orfanato. Pensó en devolverlo a la normalidad, pero rápidamente pensó, “De cualquier forma ya esta mejor así a que esté sufriendo” .
Decidió que sería más justo ofrecerle una oportunidad de tener una familia. Agripina buscó un cesto y preparó una canasta acogedora, de forma que, con una almohada, cobijas, y otras prendas lo suficientemente cómodas como para cualquier infante pudiera tener placidamente.
Pero antes de dejar al bebé, Agripina recordó otra poción, una poción para mejorar la vista que requería vello/lanugo de recién nacido. La poción no especificaba si el cabello tenía que ser de un bebé *nacido* bebé o valía de un niño *transformado* en bebé. Decidió correr el riesgo.
Con cuidado, Agripina tomó unas tijeras y afeitó la cabecita del bebé Martín. Su cabeza quedó completamente calva, brillante como una luna llena. Guardó los finos cabellos en un frasco de cristal, etiquetándolo cuidadosamente para no confundirlo.
Finalmente, Agripina envolvió al bebé en una manta suave y lo colocó en el cesto. Escribió una nota que decía: “Por favor, cuiden de este niño. Es un huérfano que necesita amor”.
Con el cesto en brazos, caminó hasta el pueblo más cercano y lo dejó en la puerta de una casa donde vivía una pareja que anhelaba tener un hijo pero no había podido. Tocó suavemente el timbre y se escondió entre los arbustos, observando cómo la pareja abría la puerta y encontraban al bebé.
Una vez que se hubo cerciorado de que Martín estaba en buenas manos, Agripina regresó a su cabaña. Terminó de preparar la poción, añadiendo el corazón de pollo. Bebió la poción, y sintió cómo sus arrugas desaparecían y su cuerpo se llenaba de energía. ¡Había vuelto a tener veinte años!
Aunque había conseguido su juventud, Agripina sintió una punzada de remordimiento. ¿Había hecho lo correcto con Martín? Esperaba que la pareja le diera todo el amor y cuidado que necesitaba. Al final, decidió confiar en que el destino lo había guiado hacia un futuro mejor, uno lleno de amor y felicidad en lugar de soledad y desamparo.